Todo esto viene a que recogemos lo que hemos sembrado; a que nuestros actos son devueltos, a que deberíamos escuchar a alguien cuando dice “te lo dije”, y a que nos maldeciditos eternamente por no haber echo caso y haber pensado mas “fríamente”. Este es el karma y lo mires por donde lo mires... es un asco.
De una forma u otra nuestro karma nos ayudará a enfrentarnos a nosotros mismos; nos ayuda a que nos demos cuenta de que cada acto que realicemos, tiene una consecuencia, a que lo que no queremos que nos hagan, no debemos hacerlo nosotros, en el fondo, nos ayuda a no ser unos hipócritas.
Podemos mirar al karma a los ojos, bajar la cabeza y esperar el chaparrón o aguardar a que nos ataque por la espalda, pero esto último lo que provoca es que no reconozcamos nuestros fallos.
De un modo u otro nuestro karma acaba encontrándonos, por mucho que lo intentemos no podemos escapar de él, nos persigue hasta casa.
En realidad no podemos quejarnos de nuestro karma, no es injusto, no es inesperado... solo iguala la balanza, incluso cuando estamos a punto de hacer algo el karma siente tentaciones de mordernos el culo, aunque nos de igual, lo hacemos de todos modos.
«Dulce Lokura»