Cuando éramos bebes, éramos fáciles. Un llanto significaba o que tenías hambre o que estabas cansado. Pero cuando crecemos y somos adultos nos volvemos mucho más complejos. Empezamos a refugiarnos en nosotros mismos, a guardar nuestros secretos, a levantar muros. Todo esto llega a un extremo en el que no sabemos de verdad que piensa o siente las personas de nuestro alrededor, nos volvemos desconfiados y aprendemos a disimular muy bien. Pero todo esto, no nos ayuda demasiado; sólo nos hace crear conflictos con las personas que están con nosotros y perdernos determinadas cosas por el miedo a ser rechazado.
No siempre es fácil decir lo que piensas. A veces necesitas ser forzado a hacerlo, para poder ser feliz. Pero, en la mayoría de los casos, para que no nos hieran, es mejor guardarte las cosas para ti mismo, hacerte el tonto. Incluso cuando tu cuerpo entero muestra dolor. Así que cierra la boca, guarda el secreto, y encuentra otras formas de ser feliz.